De todos es sabido que Chesterton, amén de polemista, provocador y
socarrón, tenía un sentido del humor que aunaba la socarronería y el
ingenio. Como buen inglés, sus comentarios, artículos o libros están
plagados de una ironía finísima (y a veces no tanto) que apunta contra
todo aquello que desafía el buen gusto y el sentido común.
Todo esto se halla en “La taberna errante”, y aun más. Y es curioso
que después de casi cien años desde su publicación, lo increíble es que
una historia tan descabellada se aproxime a la realidad de una forma tan
inquietante. Chesterton nos ofrece una sátira refinada sobre una
Inglaterra que decide abolir las tabernas después de que un ilustre
representante parlamentario consiga convencer al grueso de la nación de
la importancia y preponderancia de la fe islámica; puesto que las
bebidas alcohólicas quedan restringidas, sólo se podrá servir licor en
aquellos establecimientos que tengan un cartel señalizador.
Este curioso punto de partida sirve a Chesterton para poner en la
picota el conservadurismo moral que legisla sin tener en cuenta, no ya
las opiniones de unos u otros, sino el más mínimo sentido común; y no
sólo la intransigencia política, sino toda aquella conducta social que
trata de impedir que el hombre tenga la libertad de socializar.
“La taberna errante” es un placer que no acusa el paso del tiempo, y que depara no sólo risas y carcajadas, sino cavilaciones más profundas de lo que en apariencia pudiéramos pensar. Prueben y verán.
Fuente: www.solodelibros.es
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