El Archivo General de Indias. La catedral de los navegantes
Todo empezó con un cabreo. El rey Carlos III estaba molesto con la leyenda negra sobre la conquista de América que los historiadores ingleses estaban engordando y ordenó a su ministro de Indias, José de Gálvez, que la contrarrestase. Había que reunir los documentos sobre la época. El encargo recayó en el cosmógrafo Juan Bautista Muñoz, que los centralizó en un solo archivo. Como el de Simancas se había quedado pequeño, se decidió ubicarlos en Sevilla. El traslado de la primera remesa se hizo en una caravana de 24 carros tirados por mulas. Veinte toneladas de papeles embalados en 257 cajones. Corría el año 1785.
Nacía así el Archivo General de Indias, donde fueron
llegando los fondos del Consejo de Indias, la Casa de la Contratación,
los virreinatos...
Hoy es la fuente más exhaustiva e importante de la época colonial. Entre sus joyas están las Capitulaciones de Santa Fe, que recogen los acuerdos de 1492 entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón sobre la expedición a las Indias por el mar hacia Occidente; el Tratado de Tordesillas (1494), entre Isabel y Fernando, por un lado, y Juan II de Portugal, por otro, que repartió las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del Nuevo Mundo; o el testamento redactado por Juan Sebastián Elcano en alta mar. Y también cartas, contratos, diarios y apuntes de Colón, Núñez de Balboa, Francisco Pizarro, Fernando de Magallanes y Hernán Cortés...
Aquí también duermen las listas de carga de todos los viajes marítimos entre España y sus colonias. Sus fondos se reparten en 15 secciones: bulas de concesión de patronatos, registros de navíos, contrataciones, consulados, jurisprudencia...
Hoy es la fuente más exhaustiva e importante de la época colonial. Entre sus joyas están las Capitulaciones de Santa Fe, que recogen los acuerdos de 1492 entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón sobre la expedición a las Indias por el mar hacia Occidente; el Tratado de Tordesillas (1494), entre Isabel y Fernando, por un lado, y Juan II de Portugal, por otro, que repartió las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del Nuevo Mundo; o el testamento redactado por Juan Sebastián Elcano en alta mar. Y también cartas, contratos, diarios y apuntes de Colón, Núñez de Balboa, Francisco Pizarro, Fernando de Magallanes y Hernán Cortés...
Aquí también duermen las listas de carga de todos los viajes marítimos entre España y sus colonias. Sus fondos se reparten en 15 secciones: bulas de concesión de patronatos, registros de navíos, contrataciones, consulados, jurisprudencia...
Los archivos
empiezan siendo herramientas burocráticas de gobierno y administración.
Con el tiempo se convierten en memoria de una época porque la burocracia
posee esa cualidad perdurable de los huesos y los fósiles. Y acaban
siendo máquinas del tiempo, como los define el historiador Manuel Romero
Tallafigo.
Fuente: xl-semanal
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