Es lo último que le apetece a Georges Dupin esa mañana: tener que
salir corriendo, sin haber podido tomar su segundo café, meterse en una
bamboleante patrullera de la policía, atender al perfecto que le
atosiga a llamadas porque un amigo suyo ha desaparecido y no dosponer
de la menor pista sobre la identidad de los tres cadáveres que han
aparecido en una playa de las islas Glénan.
¿Quiénes eran esos
tres hombres? ¿Tal vez víctimas del violento temporal que azotó el
archipiélago la noche anterior? Todo apunta a que murieron ahogados,
hasta que algo despierta las dudas del comisario.
Mientras Dupin,
en su cuartel general del bar-restaurante de la isla de Saint Nicolas,
interroga a los sospechosos, vuelve locos a sus colegas y se sumerge
en las oscuras historias de los isleños, una nueva tempestad empieza a
gestarse.
Las
historias del comisario Georges Dupin, una versión moderna de las
novelas clásicas de detectives, se han convertido, en apenas tres años,
en una de las sorpresas editoriales de Alemania, con una serie de
televisión, la publicación en varios países y un renovado entusiasmo por
la Bretaña francesa, que ha visto incrementar las visitas de turistas a
los escenarios de las novelas.
Enlace: muerte-en-las-islas
Por Rafael Gómez
Tanto
los argumentos como los personajes de las novelas policiacas han
experimentado en los últimos años cambios substanciales que introducen
nuevos elementos, junto a los ya conocidos en los autores clásicos del
género.
Se
mantiene, como es de rigor, el núcleo central que define el rasgo
original de la intriga: el crimen, uno o varios, que el personaje
principal, se llame inspector, comisario, detective oficial o privado,
deberá resolver. Las novedades introducidas, se refieren, tanto al
papel asignado al protagonista, como al entorno de las relaciones
profesionales, humanas y ambientales que le rodean.
Muerte en las islas
ofrece una acertada síntesis de tradición y novedad en un caso de
múltiple asesinato encomendado al comisario George Dupin. Junto a él
intervienen, por un lado,- el tiránico “Prefecto” local y por otro,
colegas de su mismo rango y jóvenes subordinados, novatos de dudosa
competencia.
Dupin
es un ”poli” veterano. Vive solo, aunque mantiene una lejana relación
femenina sin demasiado futuro y se dispone a recibir la inquietante
vista de una madre exigente. Su dependencia de la cafeína le obliga a
proyectar sus actividades en función de los establecimientos donde la
expenden con las suficientes garantías de sabor, calidad y fuerza.
Tampoco desdeña el buen yantar, regado con vinos de origen garantizado.
Impaciente, desconfiado e irascible, debía atemperar su carácter que le
impulsaba a rechazar las sugerencias de subordinados molestos. Un rasgo
de nobleza: cuando se excedía en su mal humor sabía pedir disculpas al
ofendido.
La
ambientación escénica de las islas cobra en el relato un especial
significado, hasta el punto de influir de forma decisiva en el devenir
de los acontecimientos. Los hechos suceden en torno al paisaje
privilegiado, mar y tierra de las islas atlánticas francesas situadas
frente a las costas de Bretaña. En una de sus maravillosas playas
aparecen una mañana los cadáveres de tres personas sin identificar. El
comisario se dirige al lugar en la patrullera de la policía.
“El archipiélago se alzaba ante ellos como un espejismo. Las islas, alargadas y llanas, parecía flotar como por arte de magia en el mar opalino, un poco difuminadas y rutilantes. Las rutilantes islas Glénan”…“Ya a esa hora, a las diez de la mañana, el sol brillaba deslumbrante en el cielo y los últimos restos de una neblina plateada se perdían progresivamente en el horizonte”
A
bordo de la veloz patrullera, el comisario no disfrutaba del paisaje ni
admiraba los efectos de luces y sombras surgidos entre el mar y una
tierra agreste, cada vez más próxima. En primer lugar le aguardaba la
tarea, siempre ingrata, de informar sobre los tres cadáveres que yacían
en la arena. Además, y tal vez lo más importante, era que los niveles de
cafeína quedaban muy por bajo de sus necesidades vitales. ¿Dónde y
cuándo habría de encontrar remedio a esa carencia?. Las perspectivas
resultaban, por el momento, muy dudosas.
Llegados
al lugar donde se encontraban los cadáveres, las primeras impresiones
fueron negativas. Los cuerpos no llevaban documentos que permitiera una
rápida identificación. El forense tampoco se mostraba explícito sobre
las causas de la muerte y Dupin necesitaba con urgencia varias tazas de
café bien cargado.
Después
de localizar el bar restaurante “Les quatre vents” regentado por la
señora Nuz y sus hijas, en una isla de mayor tamaño, estableció el
centro de operaciones en el salón-comedor, ya reconfortado por varias
tazas de buen café. Las primeras pesquisas no tardaron en dar
resultados. Las víctimas fueron identificadas y las circunstancias de su
muerte quedaron aclaradas en los informes que forenses y analistas
proporcionaron al comisario gracias a los adelantados medios
informáticos, inaccesibles para otros detectives tan famosos como
Sherlock Holmes o Hércules Poirot.
Las
piezas, con alternativos avances y retrocesos, broncas y disgustos con
el señor prefecto y sus inmediatos colaboradores, empiezan a encajar
Dupin analiza datos, reflexiona y obtiene conclusiones…
El
novelista alemán, entusiasta de las islas Glénan, Jörg Bong
(Berlín,1966) oculto bajo el pseudónimo de Jean-Luc Bannalec ha logrado,
con los divertidos episodios del comisario francés George Dupin, un
gran éxito editorial. Algunas de sus aventuras han sido llevadas a la
pequeña pantalla en una popular serie televisiva.
- See more at: http://www.troa.es/forocultural/muerte-en-las-islas-de-jean-luc-bannalec_8059/#sthash.Rb6fCbmz.dpuf
Por Rafael Gómez
Tanto
los argumentos como los personajes de las novelas policiacas han
experimentado en los últimos años cambios substanciales que introducen
nuevos elementos, junto a los ya conocidos en los autores clásicos del
género.
Se
mantiene, como es de rigor, el núcleo central que define el rasgo
original de la intriga: el crimen, uno o varios, que el personaje
principal, se llame inspector, comisario, detective oficial o privado,
deberá resolver. Las novedades introducidas, se refieren, tanto al
papel asignado al protagonista, como al entorno de las relaciones
profesionales, humanas y ambientales que le rodean.
Muerte en las islas
ofrece una acertada síntesis de tradición y novedad en un caso de
múltiple asesinato encomendado al comisario George Dupin. Junto a él
intervienen, por un lado,- el tiránico “Prefecto” local y por otro,
colegas de su mismo rango y jóvenes subordinados, novatos de dudosa
competencia.
Dupin
es un ”poli” veterano. Vive solo, aunque mantiene una lejana relación
femenina sin demasiado futuro y se dispone a recibir la inquietante
vista de una madre exigente. Su dependencia de la cafeína le obliga a
proyectar sus actividades en función de los establecimientos donde la
expenden con las suficientes garantías de sabor, calidad y fuerza.
Tampoco desdeña el buen yantar, regado con vinos de origen garantizado.
Impaciente, desconfiado e irascible, debía atemperar su carácter que le
impulsaba a rechazar las sugerencias de subordinados molestos. Un rasgo
de nobleza: cuando se excedía en su mal humor sabía pedir disculpas al
ofendido.
La
ambientación escénica de las islas cobra en el relato un especial
significado, hasta el punto de influir de forma decisiva en el devenir
de los acontecimientos. Los hechos suceden en torno al paisaje
privilegiado, mar y tierra de las islas atlánticas francesas situadas
frente a las costas de Bretaña. En una de sus maravillosas playas
aparecen una mañana los cadáveres de tres personas sin identificar. El
comisario se dirige al lugar en la patrullera de la policía.
“El archipiélago se alzaba ante ellos como un espejismo. Las islas, alargadas y llanas, parecía flotar como por arte de magia en el mar opalino, un poco difuminadas y rutilantes. Las rutilantes islas Glénan”…“Ya a esa hora, a las diez de la mañana, el sol brillaba deslumbrante en el cielo y los últimos restos de una neblina plateada se perdían progresivamente en el horizonte”
A
bordo de la veloz patrullera, el comisario no disfrutaba del paisaje ni
admiraba los efectos de luces y sombras surgidos entre el mar y una
tierra agreste, cada vez más próxima. En primer lugar le aguardaba la
tarea, siempre ingrata, de informar sobre los tres cadáveres que yacían
en la arena. Además, y tal vez lo más importante, era que los niveles de
cafeína quedaban muy por bajo de sus necesidades vitales. ¿Dónde y
cuándo habría de encontrar remedio a esa carencia?. Las perspectivas
resultaban, por el momento, muy dudosas.
Llegados
al lugar donde se encontraban los cadáveres, las primeras impresiones
fueron negativas. Los cuerpos no llevaban documentos que permitiera una
rápida identificación. El forense tampoco se mostraba explícito sobre
las causas de la muerte y Dupin necesitaba con urgencia varias tazas de
café bien cargado.
Después
de localizar el bar restaurante “Les quatre vents” regentado por la
señora Nuz y sus hijas, en una isla de mayor tamaño, estableció el
centro de operaciones en el salón-comedor, ya reconfortado por varias
tazas de buen café. Las primeras pesquisas no tardaron en dar
resultados. Las víctimas fueron identificadas y las circunstancias de su
muerte quedaron aclaradas en los informes que forenses y analistas
proporcionaron al comisario gracias a los adelantados medios
informáticos, inaccesibles para otros detectives tan famosos como
Sherlock Holmes o Hércules Poirot.
Las
piezas, con alternativos avances y retrocesos, broncas y disgustos con
el señor prefecto y sus inmediatos colaboradores, empiezan a encajar
Dupin analiza datos, reflexiona y obtiene conclusiones…
El
novelista alemán, entusiasta de las islas Glénan, Jörg Bong
(Berlín,1966) oculto bajo el pseudónimo de Jean-Luc Bannalec ha logrado,
con los divertidos episodios del comisario francés George Dupin, un
gran éxito editorial. Algunas de sus aventuras han sido llevadas a la
pequeña pantalla en una popular serie televisiva.
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Por Rafael Gómez
Tanto
los argumentos como los personajes de las novelas policiacas han
experimentado en los últimos años cambios substanciales que introducen
nuevos elementos, junto a los ya conocidos en los autores clásicos del
género.
Se
mantiene, como es de rigor, el núcleo central que define el rasgo
original de la intriga: el crimen, uno o varios, que el personaje
principal, se llame inspector, comisario, detective oficial o privado,
deberá resolver. Las novedades introducidas, se refieren, tanto al
papel asignado al protagonista, como al entorno de las relaciones
profesionales, humanas y ambientales que le rodean.
Muerte en las islas
ofrece una acertada síntesis de tradición y novedad en un caso de
múltiple asesinato encomendado al comisario George Dupin. Junto a él
intervienen, por un lado,- el tiránico “Prefecto” local y por otro,
colegas de su mismo rango y jóvenes subordinados, novatos de dudosa
competencia.
Dupin
es un ”poli” veterano. Vive solo, aunque mantiene una lejana relación
femenina sin demasiado futuro y se dispone a recibir la inquietante
vista de una madre exigente. Su dependencia de la cafeína le obliga a
proyectar sus actividades en función de los establecimientos donde la
expenden con las suficientes garantías de sabor, calidad y fuerza.
Tampoco desdeña el buen yantar, regado con vinos de origen garantizado.
Impaciente, desconfiado e irascible, debía atemperar su carácter que le
impulsaba a rechazar las sugerencias de subordinados molestos. Un rasgo
de nobleza: cuando se excedía en su mal humor sabía pedir disculpas al
ofendido.
La
ambientación escénica de las islas cobra en el relato un especial
significado, hasta el punto de influir de forma decisiva en el devenir
de los acontecimientos. Los hechos suceden en torno al paisaje
privilegiado, mar y tierra de las islas atlánticas francesas situadas
frente a las costas de Bretaña. En una de sus maravillosas playas
aparecen una mañana los cadáveres de tres personas sin identificar. El
comisario se dirige al lugar en la patrullera de la policía.
“El archipiélago se alzaba ante ellos como un espejismo. Las islas, alargadas y llanas, parecía flotar como por arte de magia en el mar opalino, un poco difuminadas y rutilantes. Las rutilantes islas Glénan”…“Ya a esa hora, a las diez de la mañana, el sol brillaba deslumbrante en el cielo y los últimos restos de una neblina plateada se perdían progresivamente en el horizonte”
A
bordo de la veloz patrullera, el comisario no disfrutaba del paisaje ni
admiraba los efectos de luces y sombras surgidos entre el mar y una
tierra agreste, cada vez más próxima. En primer lugar le aguardaba la
tarea, siempre ingrata, de informar sobre los tres cadáveres que yacían
en la arena. Además, y tal vez lo más importante, era que los niveles de
cafeína quedaban muy por bajo de sus necesidades vitales. ¿Dónde y
cuándo habría de encontrar remedio a esa carencia?. Las perspectivas
resultaban, por el momento, muy dudosas.
Llegados
al lugar donde se encontraban los cadáveres, las primeras impresiones
fueron negativas. Los cuerpos no llevaban documentos que permitiera una
rápida identificación. El forense tampoco se mostraba explícito sobre
las causas de la muerte y Dupin necesitaba con urgencia varias tazas de
café bien cargado.
Después
de localizar el bar restaurante “Les quatre vents” regentado por la
señora Nuz y sus hijas, en una isla de mayor tamaño, estableció el
centro de operaciones en el salón-comedor, ya reconfortado por varias
tazas de buen café. Las primeras pesquisas no tardaron en dar
resultados. Las víctimas fueron identificadas y las circunstancias de su
muerte quedaron aclaradas en los informes que forenses y analistas
proporcionaron al comisario gracias a los adelantados medios
informáticos, inaccesibles para otros detectives tan famosos como
Sherlock Holmes o Hércules Poirot.
Las
piezas, con alternativos avances y retrocesos, broncas y disgustos con
el señor prefecto y sus inmediatos colaboradores, empiezan a encajar
Dupin analiza datos, reflexiona y obtiene conclusiones…
El
novelista alemán, entusiasta de las islas Glénan, Jörg Bong
(Berlín,1966) oculto bajo el pseudónimo de Jean-Luc Bannalec ha logrado,
con los divertidos episodios del comisario francés George Dupin, un
gran éxito editorial. Algunas de sus aventuras han sido llevadas a la
pequeña pantalla en una popular serie televisiva.
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