Hace unos años, con motivo de su décimo aniversario luctuoso, se lanzó este libro compuesto por cartas inéditas que Octavio Paz envió durante un periodo de más de cuarenta años al poeta y traductor Jean-Clarence Lambert. Pasado el tiempo, los libros y los homenajes viene bien recordarlo desde la intimidad epistolar, sitio donde se descubre a personalidad sorprendente.
Los protagonistas de este intercambio se conocieron en 1951 después una exposición de Rufino Tamayo presentada por André Breton
en París. En aquel entonces, Octavio Paz trabajaba como secretario en
la embajada mexicana y no era muy conocido en Europa fuera de la élite
cultural. Su creciente obra no había sido traducida al francés, hasta
que del encuentro con Lambert surgió un entendimiento lo suficientemente fuerte para que éste último se dedicara paulatinamente a recrear (un término que el autor de Libertad bajo palabra prefería sobre el de traducción cuando de poesía se trataba) sus trabajos más importantes.
El trabajo diplomático de Paz lo llevó a saltar de un
país a otro continuamente; Japón, la India, Estados Unidos, Inglaterra,
Suiza, además de México, fueron algunos de los lugares en donde
residió. La comunicación entre estos dos hombres tuvo que darse
entonces, por correo. La mayoría de los textos se enfocan en la toma
de decisiones editoriales así como de publicación: correcciones de las
versiones al francés, conformación de antologías poéticas, pago de
derechos, creación de proyectos literarios (como el de las revistas Plural y Vuelta),
etc. Dicha parte puede carecer de interés para el lector casual, lo
interesante está en lo que rodea a esos apuntes profesionales,
concretamente las líneas que Paz dedica a la reflexión y donde confluyen
la fraternidad, la cultura, la vida y hasta los consejos amorosos
haciéndolo siempre en un tono
relajado, el que distingue a un diálogo entre amigos. Seguramente
Paz jamás imaginó que eta correspondencia de carácter
personal terminaría siendo leída, años después, por el público general.
De haberlo sabido, quizás la vanidad y su sentido perfeccionista le
hubieran impulsado a hacer modificaciones y omisiones, no tanto de
estilo, sino por el sentido: en especial para mantener intacta la imagen
férrea que se suele tener de él.
La erudición en su rostro más amable, así podría calificarse a esta
serie de cartas que resumen las virtudes de Octavio como amigo:
profundo, cortés, atento, guía, consejero, … algunas que junto a la
sensibilidad y el compromiso, también conforman al poeta.
Fuente: Revistaspazz
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